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El poder de un “gracias!”

Tantas veces que intentamos buscar información y conseguir técnicas que nos ayuden a mejorar la colaboración con nuestros hijos. Leemos libros, consultamos blogs y buscamos elaboradas teorías que nos muestren complicados procedimientos y pasos que se deben seguir que supuestamente van a conseguir la deseada colaboración.

¿Qué palabras tengo que utilizar? o ¿en qué orden debo decir no sé qué cosas?, ¿cuál es el tono exacto para que tenga el efecto deseado?

Es posible que no todos nos identifiquemos con estas cuestiones, pero en la mente de casi todos está la idea de que debe ser algo complicado, pues no es tan fácil conseguirlo.

Es cierto que no es como sumar 2+2 y que el resultado no es exacto, pero sí es aproximado. Una sola palabra tiene efectos casi mágicos que consigue más que cualquier evento detalladamente planificado. Y ¿Cuál es esa palabra? GRACIAS!, un sincero GRACIAS!

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¿En serio?, pero ¿qué le vamos a agradecer?, ¿el cuarto de hora que estuvo dando vueltas por la casa en vez de vestirse?, ¿el grito que me dio cuando quería una galleta?

Pues sí, en serio. Agradecer cada momento que sí presta atención, que sí escucha, que sí ayuda o colabora, que se pone los zapatos… Pero, es que que eso es lo que tiene que hacer, ¿no se supone que eso ya lo tienen que hacer? Efectivamente. Igual que mamá (o papá, seamos realistas) se encarga de tener su comida lista, o su ropa limpia, también es parte de su responsabilidad y le encanta escuchar Gracias por cuidarme

No se trata de manipularle y utilizar esta palabra como un refuerzo positivo, no es un premio, no tiene segundas intenciones, no tiene trasfondo.

Necesita que sea sincera, necesita que lleve corazón, cariño, reconociendo, integridad, conexión. Es mirarle a los ojos y decirle gracias por ser como eres.

¿Qué efecto tiene esto en el niño? Se siente aceptado, siente que no hay nada malo en él, que no queremos someterlo, que le valoramos a él y al esfuerzo realizado. Siente que es importante y le has dedicado ese segundo de atención de una forma adecuada, sin viciar la situación.

Seguro que hay aspectos de tu hijo que te gustaría que mejorar: que fuese más ordenado, que estudiase más, que fuese más amable o educado… una larga lista que siempre vamos aumentando por su bien sin darnos cuenta de lo que ya ha conseguido, de lo que ya está bien en él. En lugar de centrar toda nuestra atención en lo que le falta para ser una persona de bien, podemos poner el foco en lo que ya tiene y lo que ya es para ser un niño feliz.

¿Y eso significa dejar de ser exigente, dejar que todo quede como está, conformarnos y no mejorar nunca? Para nada. Significa que no vamos a adelantarnos a sus necesidades o a sus propias aspiraciones. Si nosotros marcamos las exigencias que creemos que debería tener, no tendrá la oportunidad de elaborar sus propias aspiraciones. No todo el mundo es igual de competitivo, ni responde igual a los retos. Que tenga la oportunidad de decidir en qué quiere mejorar es una buena oportunidad de aprendizaje para la vida.

Los niños desean agradar a sus padres y lo hacen de forma instintiva y totalmente inconsciente. Un Gracias! le facilita enormemente el camino porque le ayuda a saber por dónde tiene que ir para contentar a mamá o a papá. Y aquí insisto en que esto no es con la intención de manipularle, solo es la explicación de porqué nos siguen tan fácil justo después de un Gracias!. Si lo piensas un momento, igual que seguirías a tu jefe si te agradece tu esfuerzo por la empresa (aunque sea tu trabajo y ya te paguen por eso).

Qué tal si lo ponemos en práctica en los próximos días y me haces llegar tu experiencia. ¿Has comprobado ese efecto mágico? Me encantaría saberlo!

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